martes, 9 de octubre de 2018

Londres 2018

      Volver a Londres a fines de agosto del 2018 significó mucho para mí. A decir verdad, esta vez venía de Bilbao, de acña cerca. Era mi entrada a la isla, pero lejos de mi zona de confort, lejos de mi Argentina. En muchos aspectos, me encontraba realmente lejos. Atrás habían quedado esas horas en las que había estado en la capital inglesa con bastante incertidumbre y miedo cuando venía directo desde Ezeiza. Aún logro sin entender, pero es cierto que en Reino Unido, notaba que ya estaba ocupando un rol totalmente opuesto: me sentía parte de esta cultura y también de los que se encuentran desarraigados de su patria. Y no utilizo la palabra "Desarraigo" como negativa, sino más bien todo lo contrario. Me siento desprendido de mi lugar de origen y muy abierto a recibir lo que viene, lo que estoy iniciando.

Último ratito de sol sobre el Támesis...
       Comenzó por allá en Euskadi hace dos años y pico, pero ahora es un paso superlativo, ambicioso en lo personal.
Emoción, ansias, ganas, cosquillas en el estómago, son sólo algunas de las cosas que sobrevuelan mi aura mientras recorro las calles londinenses. Me resulta sencillo, sinceramente. Siempre he pensado que todo este viaje lo había planeado hace varios años atrás, y eso permitió que mi cuerpo y mente ya se encontrara acá antes de vivirlo. Así, he sorteado muy bien las dificultades, me he amigado con ellas.

       Cuando sopla esa corriente de aire fresco. Esa corriente que recorre tu ser y te hace disfrutar del poder de tu presente. Es fantástico! Sin duda, que todos estos sentimientos son muy profundos y marcan tu historia de vida de una manera significativa. Siempre los recordarás, nadie te los quitará. Y es lo que has venido a buscar. Ese sentimiento de libertad es incomparable, y simplemente me resulta muy complejo describirlo...

      Me tomo el atrevimiento de decir, que estas sensaciones deberían ser probadas por mucha gente. Los que dudan de hacerlo, nunca se arrepentirían de vivir una experiencia de este tipo, fuera de los viajes de paseo, sino más bien, más relacionada al lugar que uno habita. Es decir, con más desafíos, posicionándote fuera del halo del turismo y acercándose más a los ciudadanos que habitan dicho lugar determinado. Es una prueba en lo personal, y las reacciones frente a tu nueva vida, serán siempre positivas (incluso aunque creas que todo salió distinto a lo planeado, siempre será una experiencia única).

Ardilla en el Hyde Park. Hay cientos de ellas en los parques...
      El apoyo de mi familia y amigos, debo admitir, no ha hecho más que fortalecer mis ideas y mi intelecto, posibilitando en gran medida la realización de este cambio. Ha sido mucho más simple gracias a estos factores determinantes y serán pilares necesarios y fundamentales para tomar decisiones futuras...

Postal típica del centro de Londres...

Foto casual de turistas a pasos del Big Ben...

lunes, 24 de septiembre de 2018

Toulouse


Arte urbano en las esquinas más transitadas.







        No arribé a Toulouse en pleno esplendor de la ciudad. Ya que nos tocó vivirla desde muy temprano y en su estación de ómnibus cuasi abandonada (o así parecía, al menos). Decidí darle tiempo a la city, dejarla amanecer y sentirla de otra manera.

      Algo húmeda con los primeros rayos de sol entrecortados por la lluvia de aquel marzo del 2018. La ciudad no es demasiado grande, unos casi 500.000 habitantes, pero se sentía así. Sin embargo, su disposición urbana me pareció bastante práctica. Y bien conectada por subte, inclusive. Fue por esos estrechos interiores de sus vagones, por el medio por el cual arribé al centro con una amiga argentina.
Basílica de San Sernín


    Unas capillas y catedrales que enaltecen el centro urbano, hacen que la ciudad esté pintada de una historia excepcional. Ya que, como numerosas ciudades europeas, el paso de diversos pueblos, ha dejado su huella arquitectónica y cultural en los espacios que han ocupado. A su vez, esto ha dejado una interesante fusión de corrientes dentro y fuera de las ciudades. Una huella indeleble que marca los pueblos y ciudades, y Toulouse no es la excepción a la regla.

        Ya es una ciudad bien francesa, como Bordeaux. Destaco esto, porque son ciudades sureñas, y su cercanía a España (a pesar de que muchas veces hace que haya mucha gente oriunda de esos lares), no es un factor determinante. Uno ya respira ese aire galo. Y eso está presente en las ropas de la gente, sus estilos, la arquitectura típica, el tráfico, plazas, etc.  Quizás su dato de color, justamente, sea que a la ciudad es conocida como La Ville Rose (“la Ciudad Rosa”) por los ladrillos de dicho color que rebalsan en lo urbano.

Como ciudad estudiantil que es, se pueden observar cientos de jóvenes a diarios por sus estrechas calles hacia sus centros de estudio.
         Cabe destacar, que la ciudad es muy caminable en uno o dos días. En ese tiempo podés recorrer todos los principales puntos neurálgicos, los cuales son muy bellos. (Algunos detallo en las fotos correspondientes).

El bonito e importante Puente Nuevo
Exterior del Convento de los Jacobinos
Convento de los Jacobinos por dentro
Monumento en homenaje a Los Caídos en Guerra

          En conclusión, me gustó mucho la ciudad. Es una de esas aglomeraciones que no descartaría para vivir (Igual iría con algo de francés básico, ya que no la encontré muy amigada ni con el inglés, ni con en español, a pesar de no tener problema para comunicarme en esas lenguas para los quehaceres turísticos de un día). No sé, la siento amigable, como cercana, por así decirlo.

El dato de color de la visita a la ciudad fué estar en la fachada de la casa donde nació "El Zorzal", el gran Carlos Gardel. La casa está ubicada en la calle Du Canon d’Arcole 4, y en su portero eléctrico nombres de provincias argentinos reemplazan los típicos números de los pisos...





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jueves, 28 de junio de 2018

Puente de Vizcaya

Un pequeño barquito te cruza de orilla a orilla por un par de monedas, recreando el proceso de antaño...

           


















           El Puente de Vizcaya es una obra monumental y con un atractivo muy especial. Une Portugalete con Getxo, acá cerca de Bilbao. El estado actual es excelente y se encuentra dentro de activas y muy diferentes márgenes. Digo "diferentes", ya que desde antaño, una margen se ha vinculado a los obreros y a la zona de bajos recursos, y la otra; en cambio, muy ligada a la aristocracia reinante en las poblaciones aledañas y al propio Bilbao.


          Cabe destacar, que  fué el primer puente de su tipología en el mundo y uno de los que, contados, se mantienen en funcionamiento en este siglo actual... Por eso mismo, es que se lo ha declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad.

         El acceso a la cima es a través de un pequeño ascensor y el precio del mismo es muy asequible. Una guía te acompaña hasta llegar a un marco muy bonito, un tanto impensado desde abajo. La plataforma, hecha en parte de madera, hace que la sensación de altura sea importante, potenciado por los pequeños espacios entre los mini peldaños. Al mismo tiempo, te sentís muy seguro, pero abrazás la altura y la disfrutás.


        Desde la pasarela superior, las vistas de la ciudad y sus barrios son preciosas. El beso del mar con la ría es muy profundo y armónico también. Se divisa trabajo portuario a lo lejos y al mismo tiempo, ya en el otro rincón, el puerto deportivo recoge diversas y atractivas embarcaciones de recreo.

             En todo momento, me era imposible dejar de pensar en cuando se hacían estructuras de metal con remaches en altura. Trabajo arduo, exigente, artesanal y sacrificado. Y las estructuras se mantienen en pie hoy en día. Gozamos de construcciones que se han hecho hace varias décadas con métodos que ahora nos parecerían demasiado primitivos, pero al mismo tiempo, súper efectivos.

           Sin duda, es un paseo muy recomendable para hacer desde Bilbao, ya que accedés fácilmente desde el centro a través del corto trayecto de metro. No sé si la gente y las oficinas de turismo le dan la real importancia a este monumento, ya que no es un destino demasiado visitado. Difícil hacer escapar a las masas de la vorágine tramposa del Mundo Guggenheim...



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martes, 5 de junio de 2018

Biarritz

De esos bonitos e intensos tonos de azules. Simbiosis del cielo con el mar.

Los surfistas y el mar, un amor incondicional.

Vista desde el faro hacia la ciudad.





Las olas rompían con dureza la desgarrada costa rocosa...

       Mi viaje a Biarritz se enmarcó dentro de unos días de vacaciones con una amiga argentina que me había venido a visitar. Recorríamos brevemente parte de Euskadi y decidimos ir a Biarritz desde San Sebastián en un día. La verdad que el pueblo es precioso y lo descubrimos en un día bastante inestable, pero eso no opacó de disfrutar de hermosos paisajes costeros.


Oteando el faro escondido entre los arbustos.
       Primero que nada, debo decir que la ciudad es  muy francesita, a pesar de la cercanía con la frontera española. Y digo "francesita", porque presume de un pasado de aristocracia marcado. Recuerdo cuando en Argentina diversas publicaciones leídas en museos, describían orgullosamente que la gente de mucho dinero veraneaba en "la costa de Biarritz". Al mismo tiempo, esa sensación es hermosa, cuando sentís realmente que estás en otra cultura, pero que al mismo tiempo no está tan desconectada a tu propia idiosincracia.

       Llegué a un bar alegando pronunciar correctamente "Bonjour" y "Sil vous Plait", esperando que con ese gesto me indicarían dónde estaba la Oficina de Turismo. Entre risas, me dieron las ansiadas indicaciones en un detallado inglés. Me despedí con un "Thank you so much", y una sonrisa dibujada en mis labios.

Bonito Paseo de la Gruta de una Virgen...

        En la oficina de turismo primó la cordialidad en varios idiomas. Agradecimos el gesto y las recomendaciones. Afuera había comenzado a llover tenuemente, lo que no impedía las ansias de salir a conocer la city. Bajamos a la costa y me impresionó la peculiar belleza de la misma. Fusión de edificación y virginidad. El color del mar era de un azul intenso y cambiaba de tono a los pocos metros de besar la arena... Varios surfistas se empeñaban en domar olas hasta que la lluvia fué más intensa y la naturaleza los obligó a salir del mar y refugiarse en algún tejado cercano.

        Aunque parecía lejano a nuestros ojos, y mojados por la lluvia, decidimos visitar el faro que se encontraba al final de la zona urbana de la pequeña ciudad. 
Sin dudarlo y al ver que la puerta del "mojón de los marineros" estaba entre abierta. 

      Decidimos acercarnos. Una persona de habla inglesa nos alerta que la ascensión al mismo no se podrá realizar por las fuertes rachas de viento circundantes. Con un poco de insistencia y algunas sonrisas, logramos convencerla y accedimos a la parte superior, habiendo previamente subido múltiples escalones. 

     Ya arriba, me quedé acurrucado sobre la pared del faro. Gateé unos centímetros para sacar algunas fotos. Eolo estaba presente con intensidad y nos obligó a bajar sin poder dar la vuelta de 360º. No me importaba, habíamos visto todo desde lo alto y la panorámica costará borrarla. Bajamos con la amable farera, quién nos devolvió el dinero de la entrada, alegando que la visita había sido demasiado corta debido a las inclemencias del tiempo.

La vida que poseían las olas era increíblemente intensa!
       Emprendimos el regreso bajo una suave lluvia. Llegamos a un pequeño recodo de la costa donde el sol y el silencio nos dejaron degustar unos ricos sandwiches. Recorrimos una Gruta de una Virgen. Un lugar maravilloso! Las gaviotas jugueteaban con las rachas de viento y las olas se mecían intensamente bajo nuestros pies y frente a nuestras pupilas. El marco era maravilloso. Demasiado natural para el ojo humano. Sin embargo, se vivía profundamente con los demás sentidos.

          Ya con los últimos rayos de sol, y al no encontrar fácilmente la terminal de autobus, decidimos ir a la estación de tren. Volvimos a Donosti en un cómodo vagón disfrutando del placer de transportarse sobre rieles...

GRACIAS POR LEERME!!!
De esos pequeños remansos entre las casas y edificios...

jueves, 8 de febrero de 2018

Caminando por la costa

        De esos días que ansiás salir a caminar. A recorrer los lugares cercanos a casa, pero que a la vez están tan lejos. Y sobre todo, que te hacen ir tan lejos. Lo veo necesario a eso de salir un poco de tu yo interno y disfrutar al 100% de lo que vés, de lo que vivís a través de los sentidos. Salir a caminar como si tuvieras 5 años de la mano de un mayor, o como si tuvieras 80 años. En las dos puntas de la vida, no?. Simplemente gozando de estar vivo. Y eso, me puse las pilas y encaré esos más de 25 kilómetros...

Puente Colgante de Vizcaya
            Me bajé del subte cerca del Puente Colgante (Patrimonio de la Humanidad). Saqué algunas fotos. Me apoyé a la baranda y disfruté del aire que me pegaba en la cara. Luego, a ritmo "de aitite", comencé a caminar por la costa sonriendo a los viejitos que habían salido a moverse. Me detuve en cada rincón que "veía una foto", cual turista. Bah, creo que sigo siendo turista a pesar de conocer en forma bastante profunda Euskadi, Jajaja. Ese sentimiento es medio extraño. Muchas veces, te sentís reee local, y otras, un turista. Y a su vez, sabés que no sos de acá, y no te "deberías" sentir local. Como verán, son sentimientos encontrados...

Lllegando a La Galea...
     Caminé y caminé por la costa, recorriendo las intrincadas, angostas y preciosas callecitas del Puerto de Getxo, la costanera de La Galea, Neguri, Barrika, Sopelana y arribé a Plentzia luego de circular brevemente al costado de la ruta en el último tramo...




LLEGADA A PLENTZIA >>>>>>



        En Plentzia, hice parada técnica a modo de avituallamiento. Comida de súper (único lugar abierto en el mediodía nublado) y reponer energías sentado a la orilla de un río con poca agua, el cual muere en el mar a los pocos metros. Se ven numerosas embarcaciones de recreo amarradas a los diversos muellecitos a lo largo del pueblo.

     Luego, prosigo con la caminata. Esta vez, piso la arena de la playa de Gorliz y luego de algunas fotografías, tomo el camino que me llevará al Faro. 


Pasando el trayecto de La Galea

        La llegada al Faro de Gorliz se hace por un sendero asfaltado. Es bastante transitado y parte de él, besa el mar, pasando por unos verdes acantilados. Son preciosos estos paisajes pegados al Cantábrico. Se siente mucha paz y los sonidos de la naturaleza aún se conservan intactos: las olas, el viento en el bosque, los cencerros de los animales que pastan en las pequeñas parcelas o montes, algunas aves, algún motor que ronca a lo lejos, etc...
Arribando al Faro de Gorliz
CAMINO DEL FARO DE GORLIZ A ARMINTZA >>>>>>>>

       Luego que se traspasa el Faro, rodeamos algunas trincheras de la Guerra Civil que aún se conservan en los puntos altos de buena visibilidad.  Se aprecian en silencio estas cosas. (Y nunca aprenderé a entender las guerras, ni los conflictos armados).
Acá el camino, (el de Gran Recorrido), que está marcado en algunos palos con las típicas franjas albirrojas, se hace sinuoso y serpenteante. El día que fuí yo, había llovido en los días previos (y algo durante el tramo final). Por lo tanto, había algo de barro. Aconsejaría unas buenas zapas para algunas partes del trayecto...

Más allá del Faro de Gorliz. Llegando a Armintza...

       Del Faro a Armintza (mi destino final) no hay muchos kilómetros. Serán 6km. Sin embargo, llevan un poco de tiempo (aproximadamente una hora y pico), porque se hace en terreno ondulado. Peeeero, las vistas son alucinantes. Eso de asomarse entre las plantas y ver el mar en el medio de la nada. Bien salvaje. Sumamente puro. Acá abundan los silencios. Y la conexión con uno mismo, y con el magnífico entorno.

        Finalmente, se arriba a Armintza por la parte superior del pueblo, entre los bosques y cerros. Esto hace que hasta los perros más diminutos te ladren al pasar cortando sus afortunadas siestas en sus casas...

GRACIAS POR LEERME!!!

lunes, 15 de enero de 2018

Bordeaux


          Bordeaux es una ciudad con diversos matices y contrastes. Fuimos en Blablacar con un amigo argentino (y vinimos de la misma manera). Después de 4 horas de viaje en coche desde Bilbao, de algunas autopistas pobladas de largos camiones, y de innumerables peajes, arribamos a la city francesa. Queda a un poco más de 300 kilómetros de Bilbao, y a 200 de San Sebastián.
Ciudad de casas antiguas (algunas viejas, no antiguas) y bajas. Prácticamente ningún edificio o casa que supere los 3 pisos en toda la conglomeración urbana, lo que la hace muy especial.

         Centro muy coqueto e histórico. Convirtiendolá en la ciudad francesa con más monumentos y construcciones históricas fuera de París. Está convertida en Patrimonio Histórico de la Humanidad por ese factor. Ojo, a no confundirse con eso, que la ciudad no respira historia en su totalidad. Quiero decir, que saliendo del centro y las zona central cercana al río (Ah, sí, la atraviesa el río Garona, lo cual la convierte en una ciudad portuaria, a pesar de estar aproximadamente a 50km del mar), el resto es una ciudad super modesta y normal. Incluso es normal encontrar casas y locales abandonados en muchas zonas de la ciudad, y algo de suciedad en sus calles...

       Capital mundial vitivinícola donde hay mucha cultura de esta bebida, y donde muchos turistas arriban a la ciudad embebidos en dicho encanto. Se ven muchas ofertas y variedades de vinos en los supermercados, en los que se puede adquirir muy buenos precios. Esto también ocurre con la cerveza, por ejemplo, ya que en los bares está bastante cara (alrededor de €7) con respecto a Bilbao, que ya es cara...

        Otra singularidad que me llamó la atención, es la cantidad de bicicletas que hay, y de ciclistas y peatones que no respetan mucho las señales de tráfico. (Por ejemplo, la gente se cruza delante del tranvía a escasos metros del paso del mismo. Se producen cálculos milimetrados). Esto será que me llama la atención porque actualmente vengo de Bilbao, donde se respeta bastante eso, jajaja.

          Otro factor que me resultó sorpresivo, es la cantidad de pubs similares a los que hay en Irlanda y Reino Unido. Porches de madera (simulando terrazas españolas) incluídos en su entrada. Y la onda del interior y algunos mozos se veía que provenían de lugares más norteños. Cabe agregar, que por este factor, se escucha mucho inglés, contrariamente a lo que se piensa que "en Francia no se habla inglés, y no quieren saber nada con lo anglosajón". Personalmente, conmigo, los ciudadanos de Bordeaux han sido muy amables, y en muchos casos nos comunicamos en inglés (y no en español), ante mi desconocimiento (espero que no sea por mucho tiempo) de la lengua local...



        La ciudad a pesar de ser pequeña, algo más de 230 mil habitantes, tiene mucha movida estudiantil. Por lo tanto, viven muchos jóvenes (esto lo pude comprobar en un pub en una noche de lunes muy copada y llena de gente de afuera del país. Muchos pibes con becas, de Erasmus y de todo eso...). Por lo tanto, en la city hay mucha población que no supera los 40 años, de figuras delgadas. Sí, acá se nota que la obesidad no ha prendido, por suerte. Creo que ese factor se ve en todo Francia.

          Contraste importante se ve entre la zona más céntrica y la zona del otro lado del río, la cual está unida (o separada) por el Puente de Piedra. Quiero decir, que las costaneras de ambas márgenes son muy diferentes. A pesar que la zona "menos bonita" está poblada por runners y gente haciendo deporte (que de hecho hay mucha), la zona que tiene más onda es la de los monumentos y la zona céntrica...

       Con estos puntos de vistas muy personales, quiero hacer una breve descripción de Bordeaux, llena de diversidad. Esto la hace, por un lado muy bohemia, bien francesa; y por otro lado, inmersa en un centro repleto de movidas de monumentos históricos excelentes, de una de las peatonales más largas de Europa y de coquetos negocios y restaurantes. Sin embargo, me animo a decir que Bordeaux sin todos estos contrastes, no sería Bordeaux...
GRACIAS POR LEERME!!!

viernes, 22 de diciembre de 2017

Elorrio



      Un mojón en la entrada al pueblo muy nuevo y colorido señala:

"Elorrio fue fundada en 1356 por Don Tello, el señor de Bizkaia, para proteger a la Tierra de Durango de los ataques de los hidalgos y bandoleros guipuzkoanos.
Elorrio era una pequeña ciudad amurallada habitada por hombres libres, pero sólo tenía dos calles - la del Río y la del Campo (hoy Don Tello) - y 30 casas.
Guerras (1468) e incendios (1480) redujeron aún más la villa a fines de la Edad Media, pero permitieron liberar un espacio para construir la nueva iglesia de la Purísima".

     Elorrio simula estar en una siesta eterna. Apenas se oyen algunos niños y un par de personas mayores que salen de un bar, presidido por una joven camarera. Yo me siento en la plaza, comiendo un sanguche, admiro la iglesia. Imponente ella, no sólo su arquitectura exterior, sino su interior. La gente me observa. Claro, los turistas no se acercan hasta estos lares tan frecuentemente. Y yo, quizás sin saberlo, hago las veces de foraño...

Las típicas sábanas colgando de los balcones
     Asombrosa combinación de balcones muy antiguos, que datan de la fundación de la conglomeración. Y siempre con algo nuevo, unido a las nuevas generaciones, para incorporar algo de modernidad a estos lugares que parece que el pasado los cobija eternamente. Junto a eso, reina un silencio que apenas parece alterarse con algunos saludos de vecinos o algunos niños de la mano de sus abuelos. Ah, hago una pequeña aclaración, los abuelos cuidan mucho de sus nietos por estos pagos, más de lo que he visto en otros lugares. Quizás se vean más afuera de las casas, y también acá hay más gente adulta (pirámide invertida) y los viejos viven más, por otro lado.

      En mi corta estancia de dos horas, caminé un poco el pequeño pueblo, ví y fotografié algunas construcciones que me llamaron la atención. La ruta divide al pueblo en dos, como siempre se observa por acá. La amama va a comprar el pan, y el camión la espera que pase en el bien pintado paso de zebra. Así, entre medio de las casas. Nunca deja de llamarme la atención eso. Una, que no se precisen semáforos, y otra, que la ruta pasa tan cerca del pintoresco poblado.

     El cansancio ya era parte de mi cuerpo. Había bajado del Udalaitz, y mis piernas me pedían acercarme a la parada del puntual servicio del Bizkaibus. Arribó perfectamente a tiempo, y subimos unos cuántos pasajeros. Ya en el viaje, con los auriculares con alguna musiquita moderna, iba planeando otros nuevos paseos...




Esa combinación de modernidad y "lo antiguo" y "la historia"...

Placita y Ayuntamiento...


Los pasos de zebra y la ruta al medio del pueblo...

La particular parroquia...


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Londres 2018

      Volver a Londres a fines de agosto del 2018 significó mucho para mí. A decir verdad, esta vez venía de Bilbao, de acña cerca. Era...